domingo, 5 de abril de 2015

Desclasados



Hace unos días leía un excelente artículo de Joaquín Estefanía titulado “Guerra en la clase media”. En él, hacía alusión a que la lucha de clases se ha convertido en la envidia dentro de la clase. En una sociedad precarizada y dual cualquier trabajador fijo, funcionario o con contrato indefinido ha pasado a ser perversamente catalogado como “privilegiado”. Tal desenfoque para identificar los verdaderos responsables de la crisis económica viene de la mano de toda una artillería ideológica neoliberal que nos envuelve como un mantra. La primera trampa es creer en la imposibilidad de reducir la desigualdad a nivel global, por lo que las reformas estructurales se deben hacer vía devaluación salarial y reducción del gasto social. La segunda trampa es que la única redistribución posible es la interna, sólo en el interior del mundo del trabajo y en el seno de las clases medias, nada de poder trasferir del capital al trabajo o de los ricos a los pobres. La tercera trampa ideológica implica la eliminación de parte de derechos de los trabajadores establecidos prometiendo trabajo a quien no lo tiene y mejoras a quien lo tiene precario.

El desclasamiento de los trabajadores, políticos y sociólogos ha ido aparejada a la lucidez de clase grandes inversores, especuladores y corporaciones financieras respecto a su posición dominante. Tanto es así, que el dueño de la tercer fortuna del mundo, Warren Buffet llegara a afirmar sin ruborizarse: “hay una guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra y la estamos ganando”.

El teórico social David Harvey ha analizado la actual crisis económica y las correspondientes terapias de shock económicas y social como estrategias por parte de las élites dominantes para restaurar, reafianzar o construir un contundente poder de clase. Tal autor analiza las causas de la desigualdad exponiendo que el neoliberalismo, más que generar riqueza y renta, la redistribuye de abajo-arriba a través de mecanismos de “acumulación por desposesión”, un proceso de acumulación de las élites que abarcan desde la mercantilización y privatizaciones de tierras -que generan desplazamientos masivos de campesinos- la transformación en derechos de propiedad en propiedad privada, la eliminación de modos de producción autóctonos, a través de la deuda de los países o del uso del sistema de crédito como medio drástico de acumulación por desposesión. Actualmente se le añaden las reducciones o eliminaciones de conquistas sociales.

La acumulación por desposesión tiene cuatro aspectos principales: la privatización y mercantilización; la financiarización, que después de los ochenta se vuelve enormemente especulativa; la gestión y manipulación de la crisis -siendo el factor de la deuda el principal instrumento de desposesión- que ha evolucionado hacia el “fino arte” de la transferencia de dinero de los países pobres a los ricos, sea a nivel mundial o europeo; y las redistribuciones estatales que están invirtiendo las dinámicas de años atrás que con el liberalismo embridado se habían conseguido y que implicaban una redistribución equitativa de la riqueza. Tales redistribuciones se producen a través de las privatizaciones, disparando la especulación y gentrificación y grandes desplazamientos hacia la periferia, pero también a través e la política tributaria, deducciones fiscales, amnistías fiscales a las rentas más altas, etc.

La Escuela de Chicago con Milton Friedman a la cabeza vio en las catástrofes y crisis económicas “grandes oportunidades” para conseguir estados sin restricciones al capitalismo y privatizaciones. El resultado de treinta años de proceso neoliberalizador es que el 1% de la población mundial acumula más riqueza que el otro 99%. El 1% más rico tendrá en 2016 más del 50% de toda la riqueza del planeta. España es el segundo país más desigual de Europa, tan solo por detrás de Letonia. El 1% de la población española concentra más riqueza que el 70% más pobre.

Con este panorama de desigualdad creciente la propuesta de Pedro Sánchez de una reforma fiscal de izquierdas donde no se suba un céntimo a las clases medias y populares y sí suba impuestos a quienes no pagan actualmente, es urgente. Tal reforma nos permitiría recaudar 6.000 millones más que se destinarían a políticas sociales. La idea es integrar el impuesto de patrimonio dentro del IRPF para gravar todas las rentas del contribuyente, toda su riqueza. Se reformará el impuesto de sucesiones y donaciones, con un mínimo común para todas las autonomías, evitando así una carrera fiscal a la baja, se establecerá algún tipo de renta imputada en los fondos de inversión y en las sicav, que en algunos casos nunca pagan nada. Para evitar tributaciones tan bajas, habrá un sueldo mínimo del 15% del resultado contable en Sociedades, para ingresar 2.500 millones más. A su vez, propone bajar el IVA cultural del 21% al 5% y al 4% algunos productos de primera necesidad. Y se recortarán drásticamente las desgravaciones de los planes de pensiones, que ahora van a los más ricos.

Hacer frente a la desigualdad es uno de los mayores retos políticos que tenemos por delante como sociedad. Repartir con equidad entre las distintas clases sociales evitando las disfunciones que a día de hoy se producen. Según la OCDE en España el 20% de la población con renta más baja recibe apenas un 10% del total del gasto público social, mientras el 20% de la más rica recibe algo más del 25%. Focalizar bien las políticas re-distributivas tocando a los ricos y su riqueza y no plantear políticas que miren de reojo los derechos de las clases medias y populares es imprescindible para mantener la equidad y la solidaridad, tan erosionada por las recetas de la derecha.

1 comentario:

Emilio Alonso Sarmiento dijo...

Excelente artículo Sivia. Me ha encantado.
También sigo las publicaciones de Estefanía en la prensa, valen la pena.
Un afectuoso abrazo,