martes, 9 de junio de 2009

Rebujitando

Si algo se ha evidenciado en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, es la falta de interés de la ciudadanía por el Parlamento Europeo. Que en democracia, sólo vote en torno a un 43 % de personas, es algo, sencillamente dramático.

Recuerdo que en una de las clases de teoría del estado, mi profesor, nos comentaba que si Europa tuviera que aceptarse a sí misma como miembro, se rechazaría por antidemocrática. A pesar de que los tratados económicos nos han unido desde hace ya cinco décadas, la utopía de una Europa cohesionada social y políticamente, como un verdadero gobierno transnacional, está hoy más débil.

El auge de la derecha, de la extrema derecha y de los euro escépticos, consolidan la tendencia de las lógicas nacionalistas que priman sus propios intereses a otros planteamientos más redistributivos y a un proyecto global. La crisis económica que estamos sufriendo, vaticinada desde hace muchos años por muchos analistas, ha sido provocada por la ausencia de reglas, la libertad absoluta del mercado, la desregulación, la especulación, la deslocalización, que ha acabado colapsando y dejando fuera de juego el receloso sistema financiero.

El espejismo capitalista que se había autopresentado como a-cíclico, fuera del peligro de las turbulencias de los ciclos económicos, ha vuelto a insertarse en la historia.

Éste era el momento de la izquierda, era el momento de plantarle cara al modelo neoliberal preponderante. Era el momento de redefinir las reglas del juego de una economía de mercado que permitiese salvar/compensar las desigualdades estructurales y sociales a nivel global, priorizando a las personas, y no los intereses depredadores de unos pocos.

Sí, era el momento, y hemos visto pasar el tren de la historia.

No a modo de advenimiento planetario, pero sí de acontecimiento crucial, hubiera podido ser la conjunción de una Europa progresista y un Estados Unidos de la era Obama. El fin del unilateralismo americano, de un modelo insostenible de producción, de los paraísos fiscales, del movimiento anarquista del capital.

La participación y movilización ciudadana que posibilitaron el cambio en EE.UU no ha tenido su correlato en Europa, ni siquiera en los países donde votar es una obligación.

¿Pero cómo puede ser que una ciudadanía como la española, que hemos estado privada de tal condición durante la dictadura franquista, no vayamos masivamente a votar, a ejercer ese derecho que no tuvieron nuestros abuelos, y que tanta gente en el mundo todavía no tiene?

Desde los partidos políticos de izquierda hemos de reflexionar en estrategias de movilización, y motivación ciudadana. Lo que a mi me pareció una campaña intuitiva (la campaña socialista con ideas contrapuestas), no ha surtido el efecto deseado, quizás la gente esté cansada de polarizaciones estereotípicas. Pero es que tampoco reacciona.

Se me ocurren muchas causas del declive de la izquierda en Europa: el hundimiento del laborismo británico, que probablemente, tenga su origen en las tesis aceptadas por Blair de la tercera vía, y de la búsqueda del centro político, produciendo un híbrido entre las tesis del capitalismo y un socialismo edulcorado. El varapalo de la socialdemocracia alemana, fagocitada en el gobierno con Merkel, o el descenso de los socialistas franceses.

El modelo de la socialdemocracia española, probablemente sea en estos momentos el modelo con más fuerza en toda Europa. El intento de los neocons y de la derecha más extrema que representa Mayor Oreja y Rajoy por plantear estas elecciones como una reválida de las elecciones del estado, no les han dado los resultados deseados. Victoria, sí, pírrica, también. Y con la que está cayendo.

En el caso de Baleares, las distancias del PSOE se reducen respecto a las del PP. Buen progreso de l@s socialistas en muchos pueblos. En Bruselas, hace mucho frío, y sin el calor de los compañeros y compañeras será duro de pasar. La hoguera del calor humano, no estará encendida para Rosa cuando se vaya. Las gaviotas revolotean ya...

En el subconsciente colectivo de la gente radica la idea de que la derecha gestiona mejor en tiempos de crisis. Supongo que la coyuntura macroeconómica les ha sido normalmente favorable, adjudicándoselo como un mérito propio. Donde deberíamos poner el énfasis, es en diferenciar, cómo invierte ese dinero en épocas de bonanza el PP y de dónde lo recorta cuando escasea. Y por el contrario, dónde lo pone la izquierda y de dónde lo recorta. La pura gestión, sin valores, no existe. Priorizar, destinar partidas a un lugar o a otro, eso es el modelo económico.

Que más de la mitad de la población no haya ido a votar, me preocupa y me indigna. Recuerdo a Walter Benjamin y su posicionamiento respecto a la socialdemocracia y sus peligros, de la desvalorización de la experiencia, de esa que se transmite de una generación a otra.

¿Nos golpea el espíritu de la transición con un mazo pesado? ¿ha provocado la selección artificiosa de la historia colectiva una amnesia y desmotivación tal que la ciudadanía española se siente ajena al proyecto político que le estamos presentando?

¿Cómo podemos desde la izquierda reenganchar con el sustrato sociológico de las clases obreras y medias para que se sientan agentes del cambio y representadas por nuestro proyecto político?

¿cómo combatir el pensamiento dominante, victoria de la derecha, de la abstención?

Muchas preguntas, y un sabor amargo ante el derrumbe de un sueño, del sueño de una Europa mejor.