miércoles, 11 de marzo de 2015

REGRESIONES



La historia está llena de regresiones e involuciones. Pequeños pasos hacia delante para luego estancarse o retroceder en el tiempo.

Como buena hija de la democracia y ciudadana de un país que se había trasfigurado tanto en tan poco tiempo, alcanzando grandes cotas en bienestar, educación, con una sanidad pública envidiable y un sistema justo de protección social- pensé que las personas de mi generación íbamos a vivir mejor que nuestros padres. Ni que decir tiene, que le íbamos a dejar una mejor sociedad a nuestros hijos. Me equivocaba. Y es que historia y progreso no van de la mano.

La dibujante Marjan Satrapi nos lo recuerda ácidamente en su cómic “Persépolis”.A través de los ojos de una niña nos narra cómo su mundo se desvanece con la llegada de la República Islámica en Irán y debe exiliarse con su familia. Resulta paradójico que esto sucediera el año que firmábamos nuestra Constitución. Nosotros salíamos de un pasado oscuro e Irán se sumía en un pasado mítico que nunca existió. Sus mujeres, independientes, formadas, con un gran número de ingenieras y catedráticas, perdían derechos de la mano del fundamentalismo.

Jean Jacques Rousseau se preguntaba en el siglo S.XVIII si progreso y el desarrollo moral de los pueblos iban de la mano. Dos siglos después Carlo M. Cipolla en su Historia económica de la población mundial afirmaba: “Adiestrar a un salvaje en las técnicas avanzadas no lo convierte en una persona civilizada; no hace más que transformarlo en un salvaje eficiente”. Y prosigue “El progreso ético, debe acompañar el desarrollo técnico y económico.”

Si traigo a colación estas reflexiones es porque al hilo del Día Internacional de las Mujeres quiero recordar que las conquistas sociales, políticas y democráticas son muy frágiles. Especialmente las que nos conciernen a las mujeres. Hemos comprobado en propias carnes cómo la crisis económica ha servido como coartada para emprender contrareformas ideológicas neoconservadoras. Ataques a nuestra libertad, derechos sexuales y reproductivos y al universo simbólico feminista. Una ola de neoconservadurismo cultural nos envuelve bajo la apariencia de empoderamiento y liberación sexual. Manda el mercado, donde hemos entrado como consumidoras hipersexualizadas. La industria ha instrumentalizado el movimiento feminista y performativizado nuestra sexualidad dentro de un orden narrativo que es más de lo mismo. Que 50 Sombras de Grey se haya convertido en todo un fenómeno de masas es sólo un síntoma. Fetichismo y sublimación acrítica de la violencia de género y la dominación masculina -con mucho glamour y bajo la mascarada de la libertad y el consentimiento- pero abuso y control en definitiva. Mientras tanto, el ministro Wert vuelve a introducir el catecismo en las aulas y el creacionismo puntuará tanto como la evidencia científica.

Walter Benjamin teorizó sobre la historia, la justicia y el tiempo. Sostenía que la historia la escriben los vencedores y que el modelo occidental ha negado y ocultado el derecho a los vencidos. El sentido de la historia es para Benjamin la ruptura de su aparente continuidad, en donde el repentino surgimiento de lo imprevisible revela un fragmento de su verdad original. Crítico con la idea de progreso en sentido teleológico llegó a ver en él una catástrofe. De ahí su devoción por el cuadro de Paul Klee “Angelus Novus” y su famosa teoría del ángel de la historia, el devenir histórico como ciclo de desesperación. Para romper este ciclo debe mirarse a los ojos de los oprimidos, los vencidos y las olvidadas en el pasado. Recuperar su memoria y dignidad desde el presente, planteando una nueva concepción temporal de lo abierto y pleno. Desde esta mirada el momento para la ética y la política no es el mañana, es ahora.

Lecciones muy vigentes cuando vemos cada día cómo los perdedores de la globalización neoliberal cada día son más y están peor. Lejos de restituir a las víctimas, las seguimos agraviando. La mejor justicia es aprender del pasado, para no repetirlo. Se nos plantea en estos precisos momentos una urgencia ética y política: dignificar la memoria de las víctimas y apuntalar los derechos sociales, laborales, políticos y libertades que corren el riesgo de desvanecerse y formar parte de los libros de historia. 

Publicado en El Periscopi.