martes, 27 de abril de 2010

Polémicas made in France


No me importaría ser francesa. El espíritu revolucionario, mayo del 68 (a pesar de Sarkozy) , una concepción laicista radical que desvincula la esfera religiosa del ámbito público, sus protestas y movilizaciones, y sobre todo su República...

Con una división tan taxativa de tales esferas, y desde una dimensión que prima por encima de las libertades individuales -desde su máximo respeto- la neutralidad del espacio público respecto de las confesiones religiosas, es más que razonable –no se entendería de otro modo- que el uso de símbolos religiosos, sea de la confesión que sea, estén prohibidos en las escuelas.

Cada una tiene la tradición que tiene, y pese a las semejanzas que puedan existir en los países occidentales: la Ilustración, revoluciones liberales, consagración de libertades y derechos de ciudadanía, supremacía del individuo, su conciencia y las leyes por encima de preceptos teístas y condideraciones de derecho "divino"; los contextos históricos y socio-políticos son diferentes y ello explicaría algo tan obvio, como que España no es Francia.

Todo este preámbulo, para preguntarme, ¿por qué importamos una polémica como la de Francia con el burka, que no con el hiyab, y montamos circos mediáticos con el caso de la chica de Pozuelo?

Particularmente, estoy a favor de la completa separación Iglesia-Estado, acabando de una vez por todas con los privilegios adquiridos durante la dictadura fascista y totalitaria por parte de la jerarquía católica.

Hace unos meses la polémica estaba servida con la resolución europea que indicaba que los espacios públicos, en concreto los colegios sostenidos con fondos públicos, deben ser neutrales respecto a símbolos religiosos y por tanto retirar crucifijos.

El Estado debe ahondar en la aconfesionalidad, en el laicismo, y la nueva ley de libertad religiosa debería ser una oportunidad para ello. Desgraciadamente, formo parte de ese pequeño porcentaje de personas ateas que no verán satisfechas sus aspiraciones con tal ley, puesto lejos de abundar en esa filosofía francesa, será más bien un “café para todos” nivelando todas las religiones. Pero éste es otro tema.

¿Se merece la chica de Pozuelo ser expulsada del colegio? En España, las competencias educativas son de las CC.AA, y además, existe una autonomía de centro que rige las normas de conducta.

La ministra de Igualdad afirmó que no le gustan los velos, por las implicaciones sexistas que tiene. Y es que nos estamos dejando los cuernos para acabar con tanta discriminación de género.

Yo pienso lo mismo, y hablar de hiyab, niqab o burka, es tan sólo una diferencia de grado. Invisibilidad, inferioridad, sometimiento a dios y al varón.

Pero si una chica puede ir con un crucifijo a la escuela pública que le doble la espalda, puede llevar unos “taconarros”, la cara llena de piercings, una cresta punki, un top con el ombligo al aire al estilo Cristina Aguilera, es decir, como le de la “real gana”, tampoco parece lógico, que un símbolo identitario más como es el velo (cultural y religioso a la vez, pues en el islam no hay esa separación entre religión y cultura) no entiendo del todo, por qué es el centro quien ha de determinar tal situación y en base a qué criterios racionales.

Sin más voluntad que la de compartir esta reflexión, y opiniones, y sin ánimo de cuestionar la autonomía del centro, me cuesta mucho comprender, que se pueda valorar como idéntico, cosas que son diferentes: por ejemplo, el hecho de llevar una gorra con llevar un pañuelo.
De la misma manera, que no es lo mismo un crucifijo, que un palito de madera. Al menos, desde su valor simbólico, cultual.

Si fuésemos franceses, ya no habría polémica, la chica sabría en qué espacios debe anteponer las normas comunes a su libertad individual.
Pero nuestro caso es diferente, vivimos en un sistema monárquico, aconfesional, donde la Constitución permite profesar la religión que queramos, y ello implica, exteriorizarlo con la vestimenta, si procede.

En el caso de Mallorca, las chicas musulmanas conviven perfectamente con el resto de chicas y chicos, y en general, no existen los problemas de convivencia que el Partido Popular quiere alimentar, repartiendo propaganda fascista y xenófoba como la de Badalona.

Que no me gusta el velo por las connotaciones misóginas, NO.
Tampoco me gustan las monjas, ni los zapatos de tacón.

Todas las mujeres tenemos algo en común, la cultura patriarcal y machista, que en el caso de los países islámicos es demoledora. El patriarcado es totalmente coercitivo, y en muchos países no tienen derecho a la salud, a la educación, a nada, son minusvaloradas y menospreciadas, pero parece que sólo nos importa la manera en que se nos presentan, su presencia velada.

Las feministas en occidente, estamos por otros derroteros, y ello gracias a la Ilustración – somos, como diría Amorós, las hijas bastardas de la Ilustración- y no se nos debe olvidar, que nuestra andadura comenzó precisamente con el derecho a la educación, con el acceso de las mujeres a la formación, y es que la educación libera de muchos yugos: de la opresión, de la ignorancia, de los prejuicios...

Luego, ya vendrá todo lo demás.

Me permitiréis una analogía con una cita de Hegel: “procuraos primera alimento y vestido, que el reino de dios llegará por sí mismo”

Además, es en la adolescencia donde se despierta la conciencia del yo, y parece lógico que una chica de familia inmigrada, tenga una sensación de conflicto interno respecto de su propia identidad, quién es, quién desea ser, etc.

Así, que no parece una buena solución expulsar a las chicas musulmanas que llevan pañuelo.

Creo que hemos añadido leña al fuego, y que se nos olvida de que a pesar de discursos xenófobos, islamófobos después de los atentados del 11 M e incluso nacional-católicos rancios, de los mismos que no quieren quitar los crucifijos en las escuelas, en España no hay grandes problemas de integración, como sí hubo en Francia, y con grandes disturbios.

La mayoría de inmigrantes musulmanes en España, según la encuesta de Mestroscopia, son felices y están satisfechos de su país de acogida y el grado de tolerancia.

Tolerancia, que según el cantautor Silvio Rodríguez, es la “pasión de los inquisidores”, y es que a veces, se convierte en un arma cuyo filo siempre está sobre los cuellos de las mujeres.

lunes, 19 de abril de 2010

RE-generaciones



La derecha política de esta comunidad está en proceso de regeneración –dicen-.

Proceso que se exige como necesario después del expolio organizado que ha servido no sólo para enriquecer ilícitamente a muchos de sus cargos, los chicos malos de Matas, y los ácratas de UM, sino también para financiar supuestamente sus respectivos partidos.

No me deja de causar cierto escepticismo pensar que determinadas prácticas y comportamientos enquilosados, por parte de quienes debían gestionar desde la honestidad las instituciones, ahora puedan presentarse con suficientes garantías de regeneración democrática.

La vía judicial producirá necesariamente una depuración de la escena política, pero debe haber una “catarsis” fruto de la respuesta contundente ciudadana, que deberá situarse por encima del hastío y el desconcierto, para exigir y ejercer su condición soberana.

Sinceramente creo que tácticamente Bauzá se ha equivocado, y su liderazgo queda claramente en entredicho. Su actitud laxa ante Jaume Matas, a quien ni siquiera se le expulsó del partido, la inclusión en su ejecutiva de determinados personajes bajo sospecha legal, ahora imputados, no hace más que confirmar que tal regeneración, es sólo de cara a la galería.

De la otra formación, ¿qué opinar de un partido cuyo ideario parte del axioma de que no deben ser clientelares y que un partido político no es una agencia de colocación? Ideológicamente dice mucho, de nada.

Cada vez que hablan de regeneraciones, me acuerdo de Gregorio Samsa, ese hombre, convertido en cucaracha por Kafka, que acaba con una manzana podrida clavada en el caparazón. Un final apoteósico.