martes, 4 de marzo de 2014

EL MOMENTO ES AHORA


Ha habido en todos los tiempos y sociedades una obsesión por la idea de re-inicio. La metáfora del diluvio universal -que lo anega todo- no es exclusivamente Bíblica, es un mitema presente en muchas culturas. Representa la escisión entre dos generaciones, la destrucción de viejos valores y la instauración de otros nuevos. Simboliza una selección valorativa. En la Biblia, sólo Noé y su familia se salvan del anegamiento. Los hijos de Caín y de Set en cambio, merecieron la cólera de dios.

El castigo es la desestructuración genealógica, la descendencia condenada. Es el paso de lo indiferenciado, de la masa informe a lo discreto. El diluvio sanciona como verdadero legitimador y se impone re-definiendo el contexto, demarcando lo legítimo de lo bastardo.

Llama poderosamente la atención que desde Caín hasta la generación destruida, la mujer no aparezca hasta la generación undécima. Esto significa que en la ideología patriarcal, durante diez generaciones los hombres vivieron plácidamente y conforme a la ley de dios hasta que aparecieron dos terribles mujeres: Lamec y su hija Noema (placer) quien abriendo la caja de Pandora provocó el colapso genealógico, la muerte del linaje.

Celia Amorós en su obra “Hacia una crítica de la razón patriarcal” afirma que la obsesión genealógica es una tónica de la razón patriarcal. Tan sólo hace unos años en nuestro país experimentamos en propias carnes cómo el mero hecho de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero permitiera un cambio en el orden de los linajes soliviantó a toda la derecha. Y es que simbólicamente, se tocaban estructuras muy profundas.

Detrás de las obsesiones por los nuevos comienzos, se encuentran las justificaciones para los actos más atroces: genocidios, limpiezas étnicas, políticas, económicas, sectarismos.

Naomi Klein en “la Doctrina del shock” reseña la particular obsesión de los seguidores de Milton Friedman y la Escuela de Chicago por la idea aristotélica de la “tabula rasa”. Resetear las sociedades, nuestras mentes y corazones para abrazar el laissez faire del libre mercado. Re-comenzar de cero desde las ruinas del estado para imprimir el nuevo carácter en una sociedad “libre”. Libre de controles, de  intervenciones, regulaciones, libre de estado del bienestar. Libertad, en definitiva, para morir de pobre.

La alternativa a esta idea de sociedad pasa por más socialismo. Y en eso estamos. Desde el PSOE hemos renovado nuestro proyecto político, social, ético y económico. Hemos estado trabajando y reflexionando colectivamente y dibujado una hoja de ruta para los próximos años. Un proyecto común que complementaremos con las particularidades propias de nuestra isla y comunidad a partir de muchas de las propuestas que estamos presentando en las diferentes instituciones y fruto del diálogo entre nuestra militancia y sectores progresistas de la sociedad.

Todo sucede demasiado rápido, estamos inmersos en esta cultura de la inmediatez, de la irreflexividad, y dejamos no pocas veces que los mass media nos marquen las opiniones y la percepción, como si éstos fuesen neutrales, objetivos y no respondiesen a intereses particulares. Sus campañas de acoso o ninguneamiento resultan implacablemente efectivas.

El conocimiento es siempre acumulativo y pienso que el bagaje es un plus. Creo que nos equivocamos si denostamos la experiencia y planteamos como un valor en sí mismo el factor de la novedad o el marketing político. Es demasiado líquido, tiene los pies de barro, sobre todo cuando nos jugamos tanto. 

Concibo la militancia en el partido y las responsabilidades desde la humildad y desde la consciencia de que somos eslabones de una gran cadena. Tenemos mucha historia de quienes nos precedieron y abrieron paso y seremos parte de ella, porque muchas otras nos sucederán después. No creo en los adanismos ni en las fórmulas mágicas y desconfío por naturaleza de las personas que se sienten imprescindibles. Como sostiene, Bertolt Bretch, las personas imprescindibles “son” las que luchan toda una vida.

El momento es ahora porque hay mucho espacio público que recuperar. Lo sabemos los socialistas, que hemos apostado por unas primarias abiertas a la ciudadanía para abrir más el partido y aportar un granito de arena en la lucha contra la desafección. Hay mucho tejido cívico que recomponer, puentes que construir entre la sociedad y el partido y con nuestros gobernantes.  Derechos económicos, sociales, laborales por restituir,  libertades que recuperar y muchas expectativas que garantizar: la igualdad de oportunidades que ha sido soslayada con las reformas educativas de la derecha, la de las personas que se han quedado sin ayudas sociales o de la dependencia, de tantos jóvenes que no le ven futuro a su vida y de tantos trabajadores que han visto cómo han perdido calidad de vida y están al borde de la pobreza, y de tantas personas en paro que desean trabajar y se ven abocadas a la semiesclavitud laboral con contratos precarios a un tiempo parcial impuesto, la modalidad más femenina.

El momento es ahora porque el PP está sembrando un cambio de modelo inoculando el virus del neoliberalismo, del egoísmo posesivo, la insolidaridad, la indiferencia. Si eso se instala será muy difícil de revertir, por eso nuestra primer gran batalla es Europa. Reestructurarla para que funcione como un Estado Federal a la vez que impulsar medidas económicas progresistas que ponga la economía al servicio de las personas y ponga coto a la injusticia institucionalizada a favor de las grandes corporaciones.

Ahora es el momento porque el PP nos ha dado una cruel lección. La democracia es muy débil y hay que apuntalarla cada día. A diferencia de lo que pensábamos mi generación, es posible retroceder. Y así ha ocurrido en muchas cosas. Un desmantelamiento planificado de nuestro estado del bienestar, para que el mercado cope lo público y la sociedad no sea más que la suma de sus individuos.

Frente a las ideas reaccionarias y retrógradas nuestro proyecto es más izquierda y más progresismo. Una política pública fuerte que estimule la economía y mire de cara a las pequeñas y medianas empresas, las grandes olvidadas. Unas instituciones que garanticen los servicios públicos, unos Ayuntamientos cercanos a la gente porque son la puerta de entrada al estado del bienestar y juegan un papel fundamental para la cohesión social. Queremos hacer políticas que empoderan a las personas, transversalicen la igualdad de oportunidades, que sean solidarias -por eso hemos propuesto una gran reforma fiscal para que pague quienes no lo han venido haciendo-. Una solidaridad bien entendida y tejida desde el estado. Las y los socialistas luchamos contra el determinismo social que se ha exacerbado con esta crisis y apostamos por la negociación colectiva, como elemento eficaz para las conquistas sociales y laborales.

Es tiempo para el compromiso. Es mucho lo que hemos perdido, pero todavía más lo que está por ganar. 

Ahora, es el momento que tanto esperabas.