Ha
habido en todos los tiempos y sociedades una obsesión por la idea de
re-inicio. La metáfora del diluvio universal -que lo anega todo- no
es exclusivamente Bíblica,
es un mitema presente en muchas culturas. Representa la escisión
entre dos generaciones, la destrucción de viejos valores y la
instauración de otros nuevos. Simboliza una selección valorativa.
En la Biblia, sólo Noé y su familia se salvan del anegamiento. Los
hijos de Caín y de Set en cambio, merecieron la cólera de dios.
El castigo es la
desestructuración genealógica, la descendencia condenada. Es el
paso de lo indiferenciado, de la masa informe a lo discreto. El
diluvio sanciona como verdadero legitimador y se impone re-definiendo
el contexto, demarcando lo legítimo de lo bastardo.
Llama poderosamente la
atención que desde Caín hasta la generación destruida, la mujer no
aparezca hasta la generación undécima. Esto significa que en la
ideología patriarcal, durante diez generaciones los hombres vivieron
plácidamente y conforme a la ley de dios hasta que aparecieron dos
terribles mujeres: Lamec y su hija Noema (placer) quien abriendo la
caja de Pandora provocó el colapso genealógico, la muerte del
linaje.
Celia Amorós en su
obra “Hacia una crítica de la razón patriarcal” afirma que la
obsesión genealógica es una tónica de la razón patriarcal. Tan
sólo hace unos años en nuestro país experimentamos en propias carnes cómo el mero
hecho de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero permitiera un cambio
en el orden de los linajes soliviantó a toda la derecha. Y es que
simbólicamente, se tocaban estructuras muy profundas.
Detrás de las
obsesiones por los nuevos comienzos, se encuentran las
justificaciones para los actos más atroces: genocidios, limpiezas
étnicas, políticas, económicas, sectarismos.
Naomi
Klein en “la Doctrina del shock” reseña la particular obsesión
de los seguidores de Milton Friedman y la Escuela de Chicago por la
idea aristotélica de la “tabula
rasa”. Resetear las sociedades, nuestras mentes y corazones para
abrazar el laissez faire del libre mercado. Re-comenzar de cero desde las ruinas del estado para imprimir el nuevo
carácter en una sociedad “libre”. Libre de controles, de intervenciones,
regulaciones, libre de estado del bienestar. Libertad, en
definitiva, para morir de pobre.
La
alternativa a esta idea de sociedad pasa por más
socialismo. Y en eso estamos.
Desde el PSOE
hemos renovado nuestro proyecto político, social, ético y
económico. Hemos estado trabajando y
reflexionando colectivamente y dibujado una
hoja de ruta para los próximos años. Un
proyecto común que complementaremos
con las particularidades propias de nuestra isla y comunidad a partir
de muchas de las propuestas que estamos presentando en las diferentes
instituciones y fruto del diálogo entre nuestra militancia y sectores
progresistas de la sociedad.
Todo
sucede demasiado rápido, estamos inmersos en esta cultura de la
inmediatez, de la irreflexividad, y dejamos no pocas veces que los mass media nos
marquen las opiniones y la percepción, como si éstos fuesen
neutrales, objetivos y no respondiesen a intereses particulares. Sus
campañas de acoso o ninguneamiento resultan implacablemente
efectivas.
El
conocimiento es siempre acumulativo y pienso que el bagaje es un
plus. Creo que nos equivocamos si denostamos la experiencia y
planteamos como un valor en sí mismo el factor
de la novedad o el marketing político. Es demasiado líquido, tiene
los pies de barro, sobre todo cuando nos jugamos tanto.
Concibo
la militancia en el partido y las responsabilidades desde la humildad
y desde la consciencia de que somos eslabones de una gran cadena. Tenemos mucha historia de
quienes nos precedieron y abrieron paso y seremos parte de ella, porque muchas
otras nos sucederán después. No creo en los adanismos ni en las fórmulas mágicas y
desconfío por naturaleza de las personas que se sienten
imprescindibles. Como sostiene, Bertolt Bretch, las personas
imprescindibles “son” las que luchan toda una vida.
El
momento es ahora porque hay mucho espacio público que recuperar. Lo sabemos los socialistas, que hemos apostado por unas primarias
abiertas a la ciudadanía para abrir más el partido y aportar
un granito de arena en la lucha contra la desafección. Hay mucho tejido
cívico que recomponer, puentes que construir entre la sociedad y el partido y con nuestros gobernantes. Derechos económicos, sociales, laborales por restituir, libertades
que recuperar y muchas expectativas que garantizar: la igualdad de
oportunidades que ha sido soslayada con las reformas educativas de la
derecha, la de las personas que se han quedado sin ayudas sociales o
de la dependencia, de tantos jóvenes que no le ven futuro a su vida
y de tantos trabajadores que han visto cómo han perdido calidad de
vida y están al borde de la pobreza, y de tantas personas en paro
que desean trabajar y se ven abocadas a la semiesclavitud laboral con
contratos precarios a un tiempo parcial impuesto, la modalidad más
femenina.
El
momento es ahora porque el PP está sembrando un cambio de modelo
inoculando el virus del neoliberalismo, del egoísmo posesivo, la
insolidaridad, la indiferencia. Si eso se instala será muy difícil
de revertir, por eso nuestra primer gran batalla es Europa.
Reestructurarla para que funcione como un Estado Federal a la vez que
impulsar medidas económicas progresistas que ponga la economía al
servicio de las personas y ponga coto a la injusticia
institucionalizada a favor de las grandes corporaciones.
Ahora
es el momento porque el PP nos ha dado una
cruel lección. La democracia es muy débil y hay que apuntalarla
cada día. A diferencia de lo que pensábamos mi generación, es
posible retroceder. Y así ha ocurrido en muchas cosas. Un
desmantelamiento planificado de nuestro estado del bienestar, para
que el mercado cope lo público y la sociedad no sea más que la suma
de sus individuos.
Frente
a las ideas reaccionarias y retrógradas nuestro proyecto es más izquierda
y más progresismo. Una política pública fuerte que estimule la
economía y mire de cara a las pequeñas y medianas empresas, las
grandes olvidadas. Unas instituciones que garanticen los servicios
públicos, unos Ayuntamientos cercanos a la gente porque son la
puerta de entrada al estado del bienestar y juegan un papel
fundamental para la cohesión social. Queremos hacer políticas que empoderan a
las personas, transversalicen la igualdad de oportunidades, que sean
solidarias -por eso hemos propuesto una
gran reforma fiscal para que pague quienes no lo han venido haciendo-.
Una solidaridad bien entendida y tejida desde el estado. Las y los socialistas luchamos contra el
determinismo social que se ha exacerbado con esta crisis y apostamos
por la negociación colectiva,
como elemento eficaz para las conquistas sociales y laborales.
Es
tiempo para el compromiso. Es mucho lo que hemos perdido, pero
todavía más lo que está por ganar.
Ahora, es el momento que tanto esperabas.