sábado, 28 de febrero de 2009
Premios Isabel Coll
Ayer noche asistí a la II edición de los Premios Isabel Coll, organizada por JSIB.
Pienso que Juventudes Socialistas de Baleares estamos mejor organizadas y cohesionadas que nunca, y eso se traduce en las muchas y muchos jóvenes que se acercan a nuestra organización, viendo en el proyecto socialista un referente para la juventud. Los valores de la democracia, la igualdad, la libertad, la justicia social. el ecologismo, son los valores de nuestra organización.
Me siento muy ligada a estos premios, ya que nacieron cuando era miembro de la anterior ejecutiva de islas, y ver cómo se van consolidando y se va premiando a personas o entidades que son referencias para la gente joven es motivador. Además, nacieron a partir de una reivindicación de la lucha por recuperar la memoria histórica de mujeres jóvenes socialistas que lucharon contra el fascismo y por la democracia. Ése fue el caso de Isabel Coll, todavía hoy entre nosotr@s.
Las mujeres de las islas a las que la Constitución republicana de 1931 les concedió el voto, tomaron parte activa de ese proyecto político y cuando fue preciso defenderlo ellas lo hicieron desde los más diversos puestos: partidos políticos, sindicatos, asociaciones, en las fábricas y talleres, desde sus casas y, finalmente cuando fue necesario, con las armas.
Para muchas de ellas con el fin de la guerra no llegó la paz, por el contrario se inició un largo período bajo una cruel dictadura que las condenó al exilio, a la cárcel o al silencio. Parecía que su esfuerzo había sido en vano. Han tenido que esperar muchos años para que se les reconozca como sembradoras o sostenedoras de la semilla de la Libertad y la Igualdad.
Isabel Coll, condenada a la pena de muerte y conmutada ésta por la de cadena perpetua, terminó
viviendo en Inca junto a su compañero Guillem Cerdà, también condenado a la pena de muerte. En 1939 encarcelaron a su marido y lo llevaron a la península. Al poco tiempo le tocó a ella. Su madre y hermanos habían huído a Francia. Su padre había muerto en el frente, y la ingenuidad de su edad, la llevó a pensar que podría quedarse en su casa, porque a ella, no la iban a venir a buscar, ya que no había “hecho nada”.
Primero la llevaron a los calabozos del Ayuntamiento de Ciutadella. En Maó fue juzgada junto a 20 mujeres por “adhesión a la rebelión” y condenada a muerte. Finalmente fue conmutada por cadena perpetua. No tuvo derecho a defenderse. A las que no tuvieron penas, las soltaron. A ella, junto a un grupo,en ese mismo 1939 las enviaron a la prisión. Primero, estuvo un tiempo en la prisión de Menorca, pero luego la trasladoran en el “vaporet” a la prisión de Can Salas (la foto principal es de mujeres en esta prisión) en Mallorca, un antiguo hospicio de ancianos convertido en cárcel al comenzar la guerra civil. Ella tenía tan sólo 20 años.
Las instituciones penitenciaras de mujeres fueron gestionadas en España desde 1790 por Hijas de la Caridad, orden de monjas de San Vicente de Paúl que gobernaron con mano de hierro las galeras o antiguas cárceles de mujeres durante buena parte del siglo XIX y comienzos del XX hasta ser expulsadas en 1931 por Victoria Kent, la primera directora general de Prisiones de España, que las sustituyó por un cuerpo de funcionarias especializadas.
Acabada la Guerra Civil, Franco volvió a recurrir a ellas como carceleras en
establecimientos de infausta memoria. En diciembre de 1940, 342 religiosas de 15 órdenes diferentes se encontraban repartidas por 40 cárceles españolas, precisa la Memoria Oficial del Patronato de Redención de Penas de 1941. Sus funciones, según el documento, eran: “Encargarse de todo el gobierno interior, del mantenimiento de la disciplina de las reclusas, de las clases de enseñanza y de la dirección de los talleres”.
David Ginard i Féron, Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears, recoge
numerosos testimonios de antiguas presas del centro en su libro Matilde Landa. La falta
de higiene, la comida "escasa e infecta” y el sometimiento de las reclusas salpican las páginas del libro.
Según la propia Isabel Coll, en una entrevista realizada por la profesora Esperança Bosch, el tratamiento era denigrante, las monjas incluso se quedaban con el pescado que les regalaban del pueblo para venderlo en el economato, o los bollos azucarados que les traían los familiares. Tanto las monjas como las mujeres de acción católica le hicieron a ella y a las demás la vida imposible. El hambre, el miedo, el maltrato, el ver morir a los niños, no ablandó el corazón de las monjas.
En la prisión coincidió con Matilde Landa, y vivió su suicidio. Cuando salió de la cárcel, se instaló en Inca y rehízo allí su vida, junto con su compañero Guillem.
Isabel Coll Martí recibió en 2001, junto con otras mujeres, el premio Rosa Manzano, que otorga el Partido Socialista a mujeres que han luchado por la igualdad y la libertad y que
han contribuido con su esfuerzo y coraje a luchar por la democracia.
Fue en las listas del Partido Socialista, en un puesto honorífico el año 2003.
Esta II edición del Premio Isabel Martí i Coll, pretendemos recuperar una parte de nuestra
historia olvidada.
A ella, y a otros muchos compañeros que creyeron que su lucha contribuiría a conseguir
una sociedad más justa, Juventudes socialistas nos debemos.
Este año, las personas a las que hemos querido presentar nuestro reconocimiento son:
Fundación Alas, por su trabajo incesante en la prevención del VIH entre la juventud, a partir de iniciativas originales como la Dance Party en Ibiza, al portero mallorquinista Miquel Àngel Moyà, referente para much@s jóvenes y que representa los valores del compañerismo, trabajo en equipo, esfuerzo y dedicación, y en una mención especial, al estimado compañero Cosme Bonet, vice-secretario general de la FSM y actual Conseller de Presidència del Consell de Mallorca, por su trayectoria y compromiso desde que era militante de Juventudes Socialistas., no hace demasiado tiempo.
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