lunes, 14 de diciembre de 2009

día gris

Hoy estoy como el día, gris. Gris, como las emisiones de CO2 que parece que no vamos a ser capaces de reducir de una manera seria y responsable para/con las generaciones futuras en la cumbre de Copenhague, gris, como la masa de nuestro cerebro de “homo capitalista” que antepone una y otra vez, los intereses económicos de los países ricos, y sus “guerras justas” que llenan los bolsillos de los lobbys petrolíferos.

Si bien es cierto, que se vislumbran matices, y atisbos de un nuevo modelo, el que probablemente va a ser el nuevo orden mundial, que está aprendiendo a domesticar a la fierecilla salvaje del capitalismo, o para ponerle policía, como afirmó el Presidente del FMI, y frenar la avaricia de esos chupasangres desalmados, que cobran primas indecentes y han especulado hasta desequilibrar el sistema.

Maquiavelo fue el padre de la realpolitik, el padre de la separación los principios éticos de la política. Ésta, dirá, sigue sus propias leyes y su lógica, la de permanecer en el poder. Si la fortuna-azar era aquello que acontecía , el contexto histórico, social, económico; la virtud, era, por oposición, la capacidad de acción y reacción ante la fortuna, tanto si era favorable como desfavorable.

Para Maquiavelo, el Príncipe, debía tener prudencia, astucia y habilidad. Visto lo visto, virtudes muy mallorquinas.

La sostenibilidad es una muletilla que ha hecho las delicias del capitalismo que no quiere comerse su propio cadáver. La sociedad, era hasta ahora, un poco, como el primo de Rajoy, hasta que vino Al Gore a dar credibilidad a las tesis de los ecologistas.

En aras a tal concepto de sostenibilidad, se va a “reciclar” el capitalismo con sus viejos defectos y sus feos vicios. Sus logros: ya no se habla de justicia social, sino de “los más débiles” como si las disfunciones estructurales, formasen parte del código genético de las personas, y no de las sociedades que las generan.

Hoy se hablará del gasto público (o del déficit público, según se mire) en la Conferencia de Presidentes. Este fin de semana, ha resonado una vieja idea, nacida en los 90’s con el movimiento antiglobalización: la idea de una tasa que grabe los movimientos de capital, para destinar ese dinero, a proyectos de desarrollo en países del tercer mundo, o a generar en los países en desarrollo, una economía menos basada en el carbono, y más en energías limpias.

Si tal tasa, reivindicada para paliar el hambre y la desnutrición de miles de personas y niños en el continente africano, hasta ahora era imposible e inviable, re-suena estos días propuesta por Francia y Reino Unido. Hay algo más trascendente que salvar del hambre y de los efectos del cambio climático , hay algo más elevado, más táctico, más real: el equilibrio presupuestario y el déficit de los estados. Amén.

Mientras tanto, Obama, quien ha realizado la mayor regulación de Wall Street de los últimos 80 años, no mira con buenos ojos tal medida, no fuese cosa, que su pseudoprogresismo, pueda convertirlo en anti-americano. God save america.

Me viene a la cabeza, el título de una película que viene al pelo, aunque es mala de narices: reallity bites, “bocados de realidad”, que me hace preguntarme ¿qué sentido tiene todo esto? ¿es posible orientarse por principios políticos, éticos sin dejarse devorar por los hechos concretos, por la realidad tozuda? ¿por estadísticas? ¿previsiones de votos? ¿contrafácticos sin complejos?

No lo sé, simplemente, hoy es uno de esos días, que en palabras de Pablo Neruda:

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.

Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

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