
Este 8 de marzo,
Día Internacional de la Mujer, tenemos más razones que nunca para
reivindicar nuestros derechos frente a las agresiones y violencia
institucional ejercida por las políticas austericidas y de
destrucción del Estado del Bienestar que está llevando a cabo el
Partido Popular.
Si los recortes y
eliminación de servicios públicos son nocivos para el bienestar
social, son letales para las mujeres. Esta crisis está profundizando
en las brechas sociales y las desigualdades de género. Nosotras, sin
lugar a dudas nos estamos llevando la peor parte.
La reducción de
derechos relacionados con el trabajo, la educación, con la salud,
con la atención a la dependencia, los tijeretazos en programas y
actuaciones dirigidos a mejorar la calidad de vida hacen que las
mujeres se queden en el paro, vean reducida su calidad de vida y que
además tengan más dificultades para la conciliación.
Esta lista de recortes en derechos de las mujeres se amplía con el anuncio del Gobierno de modificar la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, con un solo objetivo, el de eliminar el derecho a decidir de las mujeres. El camino está marcado con el nombramiento de un nuevo Comité de Bioética de un claro signo ultraconservador, en el que la mayoría de sus miembros se ha declarado abiertamente en contra de la decisión de las mujeres.
Esta lista de recortes en derechos de las mujeres se amplía con el anuncio del Gobierno de modificar la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, con un solo objetivo, el de eliminar el derecho a decidir de las mujeres. El camino está marcado con el nombramiento de un nuevo Comité de Bioética de un claro signo ultraconservador, en el que la mayoría de sus miembros se ha declarado abiertamente en contra de la decisión de las mujeres.
La derecha está
haciendo tambalear conquistas históricas. En muy poco tiempo hemos
retrocedido décadas. Con la crisis como ariete y el déficit por
bandera se han emprendido contra-reformas estructurales de gran
calado que están transformando nuestra sociedad: se están
debilitando las instituciones, la negociación colectiva, lo público,
para ahondar en una sociedad más desigual e insolidaria. Los
gobiernos del Partido Popular se están plegando al fundamentalismo
religioso, con una Conferencia Episcopal que ha tenido más peso en
la reforma de la LOMCE que la propia comunidad educativa. Eliminando
la europea asignatura de educación para la ciudadanía y
sustituyéndola por otra que no recoge contenidos relativos a la
igualdad de género u orientación sexual. La religión volverá a
ser obligatoria y a computar mientras eliminan horas lectivas de
filosofía y de historia de la filosofía, devastando desde el
sistema la capacidad crítica de la sociedad. La escuela pública se
debilita, se mercantiliza y los recursos públicos en lugar de
destinarse a fomentar la coeducación, se emplean aumentar ratios,
quitar programas de refuerzo y realizar nuevos convenios con escuelas
que segregan por sexo.
En nuestra
Comunidad no tenemos una ley de igualdad actualizada simple y
llanamente porque el Instituto de Política Familiar, vinculado al
OPUS DEI, no ha querido.
Regresamos a un país
en blanco y negro donde se consagra la libertad religiosa por encima
de la dignidad de las mujeres, donde los burkas son inocuos y no
representan la sumisión de las mujeres y la vulneración de derechos
humanos.
Nuestros
gobernantes rezuman homofobia y anti-feminismo. En este país la
derecha es más ultra que liberal. Los neomachismos encuentran el
altavoz perfecto. Declaraciones como las Toni Cantó de UpyD
calumnian a las víctimas de la violencia de género, minimizan la
dimensión del problema y cuestionan la credibilidad de las denuncias
de las mujeres que dan el difícil paso, otorgando desde la Tribuna
legitimidad al mito de las denuncias falsas que promueven los amigos
del pretendido síndrome de alienación parental. Esto es
inadmisible.
El colmo del
despropósito, el “tasazo” judicial que dificultará a la
ciudadanía al acceso a la justicia, con un efecto demoledor sobre
las mujeres más vulnerables o sobre las víctimas de violencia de
género, condenadas por la insensibilidad de este gobierno a
convivir con sus agresores si éstas no tienen independencia
económica para separarse de ellos.
Este 8 de marzo
tenemos buenas razones para movilizarnos y reivindicar. Las políticas
del PP nos han traído más recortes, más desempleo, que se ceba con
las más jóvenes y las mujeres mayores de 55 años, más brecha
salarial y una disminución considerable de prestaciones públicas
para la autonomía de las mujeres y su bienestar.
Desde el Partido
Socialista seguimos trabajando por la igualdad y la emancipación de
las mujeres. Porque creemos que la igualdad entre mujeres y hombres
es un pilar de nuestra democracia, y porque tenemos un compromiso con
un modelo social que garantice la justicia y la equidad. Sin lugar a
dudas, el cambio que necesitamos para salir de esta crisis -que es
económica, pero también política y social- pasa por contar con
todos y con todas, hombres y mujeres, sin desperdiciar capacidades.
Sólo de esta manera podremos salir reforzados de esta terrible
crisis. Lo haremos si hacemos que la igualdad sea el centro del
cambio.
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