
Hay cosas que no dejan de sorprenderme, y lo que más me extraña de todo, es que algo así haya pasado por alto en todos los medios de comunicación. Quizás este post resulte políticamente incorrecto o nuestro nivel de tolerancia al sexismo llegue ya a límites cabreantes...
Soy una defensora del laicismo, ¡no de la laicidad! y pienso/reivindico que de una vez por todas el Estado debería derogar los acuerdos con la santa sede, los privilegios educativos de la religión católica y la financiación pública a través del instrumento de la redistribución de riqueza, el IRPF. Así como desvincularse de las fiestas tradicionales religiosas y desvincular política de religión.
Mi idea de una futura ley religiosa es de una ley donde se preserve la neutralidad axiològica del Estado y no participe de ningún rito religioso.
Las organizaciones religiosas no son instituciones democráticas y la fe pertenece al ámbito privado de las personas.
Dicho esto y metiéndome en el meollo del asunto. Ayer, en la "Sala de los pasos perdidos" del parlamento, tuvo lugar un acto emotivo en conmemoración de las víctimas del holocausto, homenajeando a millones de judíos que sufrieron el genocidio nazi.
Un acto reivindicativo de los derechos humanos y prevención de crímenes contra la humanidad marcado de sexismo -y no del sutil-. Cuando la máxima autoridad democrática de esa sala, la Presidenta del Parlament, la Sra. Aina Rado, fue a saludar a todos los presentes, el presidente de la comunidad judía no extendió su mano para no contaminarse de algo impuro: ¡una mujer!
Qué ironía, nunca se sabe qué va a pasar con las comunidades religiosas, que siempre reivindican para sí, lo que niegan para las mujeres, y en este caso, no sólo su fe le impedía dar la mano a un ser impuro, contaminante, sino que además no reconoció su autoridad como Presidenta del Parlament, como autoridad pública y democrática.
Basta ver la cara de Aina en las fotos, todo un poema. Una institución pública promueve un acto a favor de los derechos humanos y de homenaje a las víctimas del nazismo, y resulta que luego el máximo líder de esa comunidad discrimina por razón de sexo. Como mínimo, contradictorio, y de una falta de sentido institucional, enorme.