Estas
semanas han sido trágicas. Seis mujeres han sido víctimas de
violencia de género, asesinadas brutalmente por quienes habían sido
sus compañeros sentimentales.
Lo
que resulta insoportable para cualquier colectivo, se naturaliza con
las mujeres. Alrededor de 800 mujeres han sido asesinadas por sus
parejas o ex parejas desde 2003. Detrás de cada acto de violencia se
esconde una idea de infravaloración de las mujeres. Detrás de cada
insulto y de cada golpe, subyace ideología machista. Por esta razón
resulta sorprendente que una institución como la Guardia Civil
publicase a través de su cuenta oficial de twitter un cartel
equiparando la violencia sufrida por las mujeres a la de los hombres.
Rectificar es de sabios, aunque sea por presión social. No se pueden
ningunear años de investigaciones que evidencian que la violencia de
género es una manifestación de la cultura patriarcal para controlar
y corregir los comportamientos de las mujeres que no se ajustan a las
expectativas de sus compañeros.
La
semana pasada se publicó un avance de los resultados de la
Macroencuesta Violencia contra la Mujer 2015 elaborada por el
Gobierno en colaboración con el CIS. La encuesta señala que el
12,5% de las mujeres españolas mayores de 16 años han sufrido
violencia física o sexual por parte de sus parejas o ex parejas a lo
largo de su vida. Hablamos de la friolera de 2,5 millones de mujeres.
Y si miramos qué pasa con la juventud, vemos que un 25% de las
menores de 25 años ha sufrido violencia de género.
Son
muchas las resistencias machistas para darle al fenómeno de la
violencia contra las mujeres la dimensión que le corresponde: una
dimensión global y de estado. Los machismos han encontrado
altavoces perfectos a través de las tribunas, medios de comunicación
y grupos organizados de la derecha. Desde el mito de las denuncias
falsas, desmontando por el Consejo General del Poder Judicial, a la
minimización del fenómeno de la violencia -¿quién no recuerda a
Toni Cantó calumniando a las víctimas de violencia de género?-
pasando por los que promueven pseudo síndromes, como el de la
alienación parental (promovido por un pro-pedófilo como Richard
Gardner que desarrolló toda su teoría para colaborar con el abogado
defensor de pederastas). Tal síndrome no está reconocido por la
comunidad científica, pero sin embargo es alegado por abogados en
litigios de custodias para culpabilizar y sancionar a las madres.
El pasado 15 de
octubre, España recibió en Ginebra una de las menciones de honor
del Premio de Políticas de Futuro (Future Policy Award 2014) que las
instituciones ONU Mujeres, World Future Council y la Unión
Interparlamentaria conceden a las mejores leyes y políticas del
mundo que persigan poner fin a la violencia ejercida contra las
mujeres y las niñas. Las tres instituciones consideraron que la
legislación española, en concreto la Ley Orgánica de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género, es una de las
más importantes y eficaces normas para combatir y erradicar la
violencia sexista en todo el mundo. Sin embargo, la falta de voluntad
política motivada por el anti-feminismo del Gobierno del PP nos ha
hecho retroceder décadas en la lucha contra la desigualdad de
género. La ley Integral está amenazada y los continuos recortes
presupuestarios en materia de igualdad en general (33% en esta
legislatura) y de violencia de género en particular (22%) no han
ayudado. En Baleares, no tenemos aprobada una nueva ley de igualdad
simple y llanamente porque los cruzados del Instituto de Política
Familiar, vinculado al Opus Dei, no han querido. El presidente José
Ramón Bauzá ha consentido que el fundamentalismo de los “chicos
del te balear” marcasen la política de igualdad y familiar de
esta comunidad autónoma. Promulgando una ley de protección de la
maternidad que promueve los embarazos forzados para dar en adopción.
Se parece demasiado a una versión moderna de “Sor María”
institucionalizada.
Si queremos acabar con
la violencia de género hemos de hacer aflorar todo lo que la
sostiene. Ideología sexista, prejuicios, actitudes, mitos pero
también políticas. Esta semana Pedro Sánchez ha propuesto un gran
acuerdo institucional contra la violencia de género. No he escuchado
a ningún otro líder político reivindicarlo, ni por la izquierda,
ni por la derecha.
Es fundamental
reimpulsar el Institut Balear de la Dona para que sea un referente en
la lucha contra el sexismo y la violencia de género en todas sus
manifestaciones. Un Instituto visible, presente en la agenda pública
y que coordine políticas de prevención sobre todo con los jóvenes.
Tan importante como volver a poner en marcha una Dirección Insular
de Igualdad del Consell de Mallorca que coordine a nivel local las
políticas feministas y trabajemos desde la base y la proximidad la
socialización igualitaria. Una sociedad decente no se puede permitir
que se maltrate a las mujeres.
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