La modernidad líquida
se caracteriza por la falta de anclajes, certezas, por el
individualismo posesivo del capitalismo salvaje. Hay quien ante el
desasosiego busca el sentido por la vía de la religión, lo que
explicaría el aumento de los fundamentalismos religiosos, como el
protestante en los Estados Unidos o la proliferación de
telepredicadores -en sentido amplio-. No son pocas las personas que
se suman al carro de la pseudociencia hippie que encuentra en la
homeopatía y el movimiento anti-vacunas su máxima expresión. Las
fiestas del sarampión o de la varicela desgraciadamente ya han
llegado a nuestro país.
El caso de Pau, el niño
de 6 años con difteria en estado grave abre un debate importante a
nivel ético y social. ¿Deben ser obligatorias las vacunas? ¿Cómo
las familias pueden diferenciar la evidencia científica de la
chamanería? ¿Estamos haciendo la suficiente didáctica científica?
¿Cómo garantizar la salud pública y colectiva? No podemos olvidar
que a día de hoy se ha detectado la bacteria en 8 niños cercanos al
contagiado y que éstos pueden transmitirla o infectar a los demás.
Por suerte, estos niños estaban vacunados y no desarrollarán la
enfermedad.
La Asociación Española
de Pediatría se ha mostrado contraria a que los padres estén
obligados por ley a vacunar a sus hijos, pero sí consideran
necesario hacer un registro de aquellos que se nieguen y que firmen
un documento de no aceptación de la vacunación en el que reconozcan
su responsabilidad.
Los derechos de los
menores deben estar por encima de las creencias de los padres, más
si éstas ponen en riesgo sus vidas. Cuando sean mayores de edad ya
decidirán qué es lo más conveniente para su salud, so pena de
estar equivocados.
Más de 1500 millones
de niños se han salvado gracias a las vacunas con suficiente
evidencia empírica. El miedo a los posibles efectos secundarios de
una vacuna es infundado respecto a los efectos secundarios que pueden
generar determinadas enfermedades.
Jules Hoffman, Premio
Nobel de Medicina afirmaba hace unos días que no vacunar a los niños
es un crimen.
Esperemos que este
desgraciado suceso tenga final feliz y por supuesto, moraleja: no se
pueden homologar opiniones y creencias al método científico. En
esta modernidad difusa, es importante formar una ciudadanía crítica
para que sepa diferenciar entre informaciones tóxicas encontradas en
Internet de trabajos, estudios e investigaciones con suficiente
evidencia empírica.
Los padres de Pau se
sienten estafados. Con mucha razón. No dejemos que se socialice la
ignorancia.